Hace meses que se siente encadenado, sentado frente al televisor que le atrapa cada vestigio de inocencia. La echa de menos, a su incordura, a la que no cabe en su cuerpo. A la que siempre se escapa. Esta vez son ya demasiadas semanas las que falta.
Tratando de recomponerla, de reinventarla, a ratos traza garabatos sobre las paredes abandonadas. Busca así la manera de recordarla. De rehacerla. De jugar de nuevo con ella.
Pero las líneas sobre los ladrillos luego vuelven a ser sólo eso, líneas que se enredan desordenadas, lineas trazadas por un loco. Se muerde el pelo en arranques nerviosos. A ratos llora. Y deja escapar borbotones de colores entre sus ojos. En la habitación queda un enorme charco de pintura.
La instalación es de Okuda.
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