El planeta Tierra tiene la puerta de la libre circulación digital de la cultura un poco más abierta desde que un juez de Barcelona dijera la pasada semana que intercambiar archivos a través de Internet, aunque éstos estén protegidos por el derecho de propiedad intelectual, es legal. Es decir, que los internautas terrícolas españoles pueden seguir compartiendo música, películas y libros de otros, sin estar haciendo algo fraudulento. El juicio contra la web Elrincondejesus es el primero en España contra el P2P. El resultado: webs de descargas 1, la SGAE 0.
La web no almacena archivos, sino enlaces a sistemas de intercambio (e-mule...). Dice el juez que ir contra el P2P colapsaría el funcionamiento de la Red. "El sistema de enlaces constituye la base misma de Internet", señala. Y la Gata en el Espacio cree que tiene razón.
Como los kilómetros de altura que hay desde aquí al Planeta Azul, creo yo que empequeñecen lo suficiente la complicada situación en la que la histórica sentencia coloca a la ministra González-Sinde (quien ya ha puesto en marcha las bases legales para el futuro cierre judicial de las webs de enlaces), esquivemos de un sutil zarpazo tan hastiosa politización de la cuestión. Cuando entre en vigor la Ley de Economía sostenible, con la enmienda Sinde, será la Audiencia Nacional la que tenga que decidir.
El debate, creo con el pragmático punto de vista que me empuja en otras ocasiones a disfrutar lo mismo de calentar mi hocico al sol que de sestear mientras el resto del universo trabaja, se centra en una urgente necesidad de remodelar el funcionamiento que rodea a la propiedad intelectual. Y el acceso libre para todos de la cultura. ¿Puede ser tratada la creación como un bien económico más? Creo que no.
No se trata de despojar a los creadores de sus derechos, sino de reforzarlos. Para que así sigan creando, más y más tranquilos.
Es claro que la llegada de los internautas atraídos por las descargas viene acompañada por una proliferación de publicistas y espacios comerciales variados que acuden a la llamada de tan nutrido número de visitantes. ¿No serían ellos, que pagan por el espacio y recogen no pingües beneficios de ello, los que debieran repartir una parte acordada con los autores? Y si son las teleoperadoras las que han conseguido desplazar el tráfico digital del PC a las pantallas del móvil, que lo mismo sirven ya para escuchar música que para ver películas, navegar y un largo sin fin de aplicaciones más, copando buena parte de los beneficios que autores dejan de percibir... ¿no deberían ser ellas las que aportaran un trozo de sus ganancias?
Internet, y el intercambio P2P de información y cultura, como afirma el juez, es en definitiva la misma esencia. Y además una forma maravillosa de crecer en comunidad ilimitada. ¿Vamos a ponerle frenos a eso?
La fotografía es de Iwona Kellie (Flickr)
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